En busca de la juventud

Una mañana de enero, paseando por Proserpina, vi a lo lejos a un chaval que venía hacia mí dirección en carrera continua…o más bien lo que coloquialmente se denomina “trote cochinero”. Cuando me lo crucé me di cuenta de que era Pablo Gil. Ese mismo día recibíamos a todo un UCAM y la situación del club no era la más idónea en clasificación, no eran apuros urgentes pero estábamos al borde de empezar a tenerlos. Y me pregunté, ¿qué hace Pablo Gil corriendo por la mañana si tiene partido por la tarde?, además para ese partido iba convocado. Pensé que ya sabría que iba a ser el descartado… pero no. Y jugó.

Llegó casi mediados de agosto al Mérida, siendo uno de esos jugadores que al leer el currículum te sorprendía que fuera a parar a algún club de 2ªB recién ascendido sin más objetivo que la permanencia. Campeón juvenil de copa del Rey con el Albacete, internacional con la selección española en categorías inferiores y además con el título de campeón de Europa sub-19 celebrado en Austria, ascenso con el Castilla en 2011 a 2ªA junto a los Carvajal o Nacho, fichado por el Sparta Praga (club que a todos nos suena alguna vez de competiciones europeas)… ¿qué hace en 2ªB? Hasta el más pesimista tenía ciertas reservas pero el resto nos llamó poderosamente la atención su pasado y nos ilusionaba especialmente su futuro en el Mérida.

Debutó en un amistoso en Calamonte, sin sacar conclusiones tras pocos días de entreno. Su debut oficial fue ante el Peña Sport y empezó a mostrar los primeros signos del porqué estaba donde estaba. Pero llevaba apenas dos semanas en el equipo, el partido que sin ser malo nos salió todo del revés… era pronto para echarlo a los leones. Estuvo un tiempo sin jugar, el equipo funcionaba como un reloj y Borja Romero se asentó en la banda derecha sin atisbo de dudas. Cuando tuvo la siguiente oportunidad, en Marbella, completó (dicen los que fueron) un buen partido, incluso sacando un balón que prácticamente era gol. Salvó un punto, e hizo lo que todo defensa tenía que hacer. Dio muestras de poder dar un rendimiento adecuado al equipo.

Su buen partido en Marbella le hizo repetir en casa ante Villanovense y… aunque los dos goles recibidos no fueron culpa suya directamente si participó a que no se evitaran. Falta de contundencia en el despeje en el primer gol (aparentemente un balón fácil que debía tirar a córner lo despejó al medio) y la pérdida de un salto en la frontal del área en el segundo, nos amargaron aquel derbi. Volvió a desaparecer del equipo titular hasta Melilla. Quizás el peor, o de los peores partidos del equipo, donde gracias a la televisión local pudimos ver una versión muy errada de Pablo, con pases imprecisos, pérdidas continuas de balón y falto de velocidad. Un desastre, como el resto del equipo, todo hay que decirlo.

Volvió en la ida de la copa federación ante el Jumilla, con un buen papel. Y le tocó enfrentarse a uno de los gallitos del grupo, el Cádiz. Cumplió, y bien. Defensa cercana de su par, contundente por arriba y por abajo, desactivado en ataque eso sí. Le valió para seguir de titular la semana siguiente en la Línea donde el equipo volvió a naufragar. La vuelta ante el Jumilla en casa le valió de poco. En liga sumó ante el Almería B, al menos el tiempo que jugó hasta lesionarse. Jugó en Badajoz en aquel insulso partido de vuelta y apareció en liga ante otro gallito, el día que se pasó trotando por la mañana en Proserpina. Salió por la lesión de Jesús González al descanso y cuajó un digno partido, sin cosas extraordinarias, pero sin cometer errores de bulto. Volvió a aparecer su endeblez defensiva ante el Rápido de Bouzas, cometiendo fallos de pases y otros errores que no fueron a más. Jugó el segundo tiempo ante Granada B, donde apenas pudo defender a su par, Denilson.

En el tramo final de temporada, apenas apareció. Eso sí, ante otro equipazo del grupo como el Real Murcia, cuajó quizás su mejor partido de la temporada. Sobrio defensivamente, sin dejar espacios, más atinado. Repitió ante el Melilla en casa, y fue de lo poco que se salvó en aquel primer tiempo aciago. Ante el descalabro defensivo del equipo, él se mantuvo fuerte en la defensa de su zona, el agua que hundió aquel barco ese día no vino por su lado. Y terminó la temporada ante el Linares, con buena defensa de su zona pero con fallos no forzados, sobre todo a la hora de dar el pase.

Con todo, hizo una temporada muy intermitente en la participación y muy por debajo del nivel esperado. Ofensivamente se ha mostrado como un jugador poco activo, de pase impreciso cuya única seguridad era la de devolver el balón a su central y eso en el Romano es poco menos que pecado mortal, y así se lo hizo saber la afición. Su rendimiento, lejos del esperado, no fue por desmotivación o dejadez. Si hay una cosa muy positiva en Pablo es su forma de cuidarse como deportista. Alimentación, entrenamiento, afán de superación y ganas de jugar a un deporte del que tanto le dio en ese final de la etapa juvenil.

Futbolísticamente ha mostrado que tiene buenos dotes de colocación táctica, no ha sido por lo general sorprendido en este sentido. En los partidos con los equipos de arriba ha mostrado su mejor versión, ayudado por un equipo más concentrado, replegado y con líneas más juntas.

Por contra, y por alguna razón que no acabamos de saber o entender, ese futbolista que tanto prometía apenas ha dejado la sensación de ser competitivo en la categoría de bronce del fútbol español. Destaca negativamente su endeblez defensiva, falta de velocidad (sobre todo en la aceleración) y nula aportación ofensiva, no ha sido un carrilero al uso de llegar a línea de banda. Aparte de los ya mencionados errores no forzados a la hora de realizar pases de corta o media distancia.

El club ha prescindido de ofrecerle una renovación para la siguiente temporada. Está claro que el equipo que le dé una oportunidad se va a encontrar un jugador cuyas virtudes futbolísticas deberían aparecer, y desde luego por su actitud no va a ser ya que con motivación buscará una segunda y renovada juventud donde era uno de los laterales más prometedores del fútbol español.

Alfonso Martínez